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El alto nivel de violencia que los centroamericanos viven todos los días se puede atribuir a un millón de diferentes factores, entre ellos uno de los principales problemas es la deficiente infraestructura de sus gobiernos. Sin embargo, no es sólo la intervención del gobierno (o falta de) que ha facilitado un extraordinario nivel de violencia, sino también la definición obscura de lo que está en control del gobierno. A lo largo de los años de guerra civil en estos países, ha sido los paramilitares (entidades quasi-militares que son privatizadas) que han causado terror en las calles de estos países; quince años después, Guatemala sigue siendo afectada por ello. Los paramilitares son creados del sector militar, pero no son responsables al gobierno y operan su fuerza de una forma no convencional, lo cual ha dado paso a la violencia que sería de otra manera inaceptable en el sector militar del gobierno. De hecho, creo que una de las mayores fallas en la creación de estos paramilitares es el efecto directo que tiene sobre los ciudadanos del país. En cierto modo, la pérdida de confianza en el gobierno puede ser atribuida por esta definición borrosa de lo que es parte del gobierno y lo que no, y si el gobierno tiene el mejor interés de las personas al permitir la existencia de estos grupos paramilitares.
Un gran ejemplo de los efectos de estos paramilitares es Guatemala. Guatemala ha tenido una estructura de gobierno turbulenta en las últimas dos décadas. En 1996, el gobierno de Guatemala firmó un tratado de paz con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), después de 36 años de guerra civil. Fue entonces que el sistema de patrullas civiles, que era una entidad paramilitar, se disolvió. Hay años de historia y una convolución de sentimientos encontrados con respecto al sistema de Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). En teoría, era una buena idea creada por el gobierno de Guatemala a fin de combatir la insurgencia creado por la URNG. Sin embargo, en términos prácticos, el PAC creo un nivel de violencia en el estado que no fue visto como legítimo por el pueblo. De hecho, no era legítimo, ya que no estaba dentro de los límites del gobierno. Uno de los objetivos del gobierno en la creación del PAC, como su nombre ilustra, era involucrar a la comunidad guatemalteca en la lucha contra la insurgencia para que la insurgencia no se extendería más allá. Una de las principales cuestiones que atribuyen la violencia extrema a este paramilitar es si la participación de la gente, que fueron en su mayoría indígenas (principalmente mayas) campesinos, fue voluntaria o no. Más que una respuesta simple, hay experiencias concretas que viven los guatemaltecos a través de esa violencia extrema directamente asociado a estos paramilitares. Cuando la mayoría de los ciudadanos de este país han sufrido violencia como resultado de esta identidad creada por el gobierno pero no dirigida por el gobierno, la legitimidad del gobierno y de los paramilitares se convierte inexistente. Como resultado de ello, lo que inicialmente era un método para estabilizar el gobierno de Guatemala se convirtió en la fuente de estragos de Guatemala, y más importante es que creó violencia debido a la falta de confianza en el gobierno.
¿Cuáles son las repercusiones?
La violencia es una presencia constante en Guatemala. La mayoría de las veces las noticias nos habla de las guerrillas y grupos insurgentes que causan la violencia como medio de enviar un mensaje o para captar la atención del gobierno. Creo que el problema se encuentra en un nivel más local, donde la gente ha vivido la guerra civil. Cuando una familia vive el mal trato de su padre, hermano o amigo y no ve ningún tipo de rendición de cuentas hacia el gobierno, en esencia, la confianza en el gobierno en el que viven desaparece. Un sentimiento de desconfianza y de traición rondan las calles de Guatemala años después de la terminación de la guerra civil. En cierto modo, los guatemaltecos reciben información acerca de su gobierno a través de lo que viven, que es un ambiente violento e inestable. Creo que la verdadera pregunta no sólo debería ser como podemos reducir la violencia en las calles, sino que también deberíamos preguntarnos cómo puede la gente de Guatemala confiar en su gobierno una vez más.
Lo que Guatemala carece es de los programas educativos locales que pudieran enseñarles a sus ciudadanos acerca de su gobierno y su función, y también de sus roles dentro del gobierno. A través de programas locales, los guatemaltecos serían capases de tomar mejores decisiones en su participación en el gobierno y podrían legitimarlo de esta manera. No es suficiente enseñar a estos niños acerca de la turbulenta historia de Guatemala, sino que también es necesario enseñarles a ellos y a sus padres sobre lo que está sucediendo hoy en día. Los medios de comunicación a veces son limitado y prejuiciosos y por esa razón, la información que estos ciudadanos reciben debe ser fiable y completa. Podría ser que el gobierno no es capaz de mantener las expectativas de sus ciudadanos, pero si los ciudadanos son por lo menos educados acerca de su gobierno, pueden tomar decisiones más educadas. Se trata de responsabilidad. La confianza y la legitimidad de un gobierno mantiene a las personas responsables ante las leyes y los límites del gobierno, algo que no fue ejemplificado a través del PAC y que sigue careciendo entre los guatemaltecos de hoy causando la violencia y la turbulencia.