Pocas veces tienes una idea clara de dónde viene el producto que nos obtenemos en el supermercado del vecindario. No sabemos lo que implica la cadena de producción o cómo el producto llegó hasta tus manos. La mayoría de nosotros somos consumidores extremadamente ignorantes, ciegos a lo que pasa en la cadena de producción. Como consumidores, estamos expuestos a un mundo inmenso de productos y tenemos que hacer decisiones día a día. Pero que tanto conocemos o sabemos lo que pasa en los productos que compramos? Las cadenas de producción se han vuelto tan complicadas y complejas que muchas compañías ni siquiera están completamente seguras de los orígenes e impactos de sus productos.
Hace poco me impresioné mucho cuando vi un impactante video de Greenpeace: un empleado de oficina comiendo el dedo de un orangután al abrir un paquete de Kit Kat. Me impacté no sólo por la morbosidad del video sino también porque jamás me imaginé que comer un Kit Kat podría estar relacionado con la muerte de un orangután. No es hasta que investigué un poco que pude entender la complicada relación: para producir un Kit Kat se necesita aceite de palma (el aceite se mezcla con el chocolate para darle la durabilidad y la textura). El aceite de palma que se usa en los Kit Kat viene de territorios que fueron deforestados (muchos de ellos de Indonesia), los territorios que solían ser el hábitat de los orangutanes. Ya que Nestlé compra aceite de palma que viene de territorios deforestados, al comer un Kit Kat estás técnicamente matando al orangután. Esta relación no es evidente y no es fácil que el consumidor ordinario la haga. Por consiguiente me puse a pensar en todos los otros productos de los cuáles no sabemos sus origines (casi todos!).
Cuando compramos algo, obtenemos acceso a un servicio o a un producto. Pero cuál es la historia detrás de todo lo que pagamos? Como consumidores, tenemos derecho a acceder y a entender la historia detrás de los productos. Entender los productos que compramos es uno de los problemas más importantes de nuestra sociedad globalizada ya que nuestro impacto como consumidores es más importante que nunca.
Para intentar informar al consumidor, muchas compañías y organizaciones dan certificados a ciertos productos que tienen ciertos estándares de producción (compañías como Rainforest Alliance, Faire Trade, USDA organic). Estas certificaciones ofrecen un control de calidad externo a la compañía, lo que permite más transparencia. Aun así, muchas veces sucede que certificaciones se obtiene de manera corrupta (sólo se tiene que pagar para obtener el certificado), subjetivas, o incompletas. Este es el caso de los productos que llamamos “orgánico” o “bio” y que no son completamente orgánicos ni completamente naturales.
Las cadenas de producción son tan complicadas hoy en día que muchas veces es muy complicado evaluar lo que realmente es orgánico, “socialmente justo”, o reciclado. Este es otro gran problema de las certificaciones. Muchas veces, la definición de estos términos varían según las compañías y según los países. Además, muchas veces incluyen medidas abstractas y definiciones superfluas que exigen mucho tiempo si se quieren comprender (como consumo total de energía y emisión total de carbón).
Muchas veces tenemos que escoger entre los “certificados” y los “no certificados”. ¿Qué decir de los productos que no tienen ningún certificado? Representan la mayor parte de los productos que compramos. Como consumidores, tenemos que estar conscientes de esta falta de certificados. Debemos hacernos la pregunta ¿porqué es que no tiene la certificación? Debemos de hacer el esfuerzo de conocer a nuestro producto un poco más.
Para poder conocer nuestros productos evitando los problema que traen las certificaciones una buena idea seria narrar las etapas de producción. El consumidor así podría evaluar por él mismo la calidad de la cadena de producción y si es socialmente y/o ambientalmente responsable. Por ejemplo, la marca de ropa Patagonia ha empezado una iniciativa llama “the footprint chronicles”, en donde se puede rastrear cada etapa de la producción (diseñado en California, producido en China, tejido en México). Esta es una muy buena iniciativa que podría ser implementada y establecerse como obligatoria para todos los productos. Cada producto que sale al mercado tiene una historia detrás de el, una historia de cómo, cuando y porqué existe. Esta historia involucra y afecta a personas y a la naturaleza. Conocer esa historia es responsabilidad del consumidor porque al comprar, nos volvemos parte de esa historia, nos volvemos responsables de sus impactos y de sus consecuencias. Si yo compro un Kit Kat, tengo el derecho de saber quién es afectado por la decisión que tomo.
Claramente las compañías tendrán incentivos para ocultar o silenciar las prácticas que no sean socialmente responsables o ambientalmente amigables. Patagonia querrá hacer pública la historia de la camisa que es socialmente responsable, pero ocultará la parte de la historia que no es tan linda. Es por esto importante que investigadores independientes empiecen a juntar las historias de los productos y a hacerlas públicas. Ya existen proyectos muy buenos que hacen esto (ver “la historia de las cosas”). Si suficiente información es recolectada sobre los productos, fácilmente podríamos crear una página internet o una aplicación en donde podríamos escanear un código de barras y conocer los orígenes y las historias de los productos.