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A menudo tendemos a hacer generalizaciones y simplificaciones sobre cuestiones mundiales. Mi área de investigación referente a la privatización del agua ha dado lugar a muchas preguntas interesantes, más que respuestas concretas. En parte, creo que estas preguntas pueden conducir a enangostar decisiones políticas para obtener resultados más adecuados. Lo que he visto es que estas generalizaciones pueden producir decisiones políticas ineficientes en todos los ámbitos. Los diferentes casos que he investigado me han llevado a muchas conclusiones inciertas. Ellos han demostrado que la privatización del agua no es una respuesta absoluta para el problema del agua. La conexión entre la privatización y la eficiencia tiene mucho que ver con el cumplimiento de los contratos. Muchos países de América Latina no han visto mejoras en su estructura de sistema de agua después de su privatización. En su lugar, esto ha conducido a un ciclo de problemas sin dirección y con falta de soluciones.
Podríamos señalar con nuestro dedo a la mayoría de estos gobiernos corruptos como responsables de la incapacidad de administrar los problemas de saneamiento básico. Después de todo, los gobiernos crean el camino de sus países a través de la formulación de políticas. Sin embargo, el concepto de los gobiernos es demasiado grande para tratar si queremos encontrar soluciones para los problemas actuales. Para algunos países, la privatización ha sido una decisión correcta debido a las mejoras en la disponibilidad y la gestión del agua. Sin embargo, el problema es que esta política no puede ser implementada en todos los países. En concreto, la privatización del agua no pueden sobrevivir donde no hay cumplimiento de contratos. Suez, la empresa de agua más grande del mundo, ha reconocido este concepto donde prefieren invertir en países más desarrollados. El ambiente político de los países en desarrollo trae incertidumbre y genera resultados ineficientes. Incluso, aunque las empresas decidan exponerse al riesgo de la inestabilidad política de esos países, esto también resulta en la violación de contratos (de parte de las empresas del agua). Aquí es donde la privatización puede afectar directamente a la gente. Debido a que algunos gobiernos implementan un mercado libre en su sector del agua, la responsabilidad cae en la compañía de agua, Aguas Argentinas en Argentina por ejemplo.
Lo que se pone en papel, sin embargo, no se traduce en lo que se ve en las pequeñas ciudades como en Berazategui, Argentina. En la región del Río de la Plata, la privatización ha demostrado ser tan ineficiente como en otros países de América Latina, que he mencionado antes. Presionado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno argentino privatizó el agua de esta región en 1993. Además del aumento del 88,2% entre mayo de 1993 y enero de 2002 (sin incluir la tasa de inflación del 7,3%), no hubo ninguna mejora en el saneamiento del agua. En cambio, el agua contaminada, no apta para el consumo humano, persiste, donde sólo el 12% de los recursos hídricos totales reciben tratamiento completo de alcantarillado.
Esta ineficiencia, por supuesto, fue protestada por el pueblo. Como resultado, los tribunales argentinos exigieron que Aguas Argentinas cumpliese con su contrato y construyan una planta de purificación de agua en Berazategui en un plazo de 18 meses. En respuesta, la compañía primero respondió que “técnicamente, esto no es una responsabilidad de la empresa, sino del gobierno”. Después de que este argumento fue refutado, la empresa dijo: “estamos cumpliendo con los deseos del juez, pero las mejoras medioambientales requieren más que una planta de tratamiento: se requiere un plan mucho más amplio”.
La pregunta constante de ejemplos como éste es si la empresa se ajustará plenamente a los acuerdos contractuales. Esto no se puede lograr cuando la culpa se desplaza entre la responsabilidad de la empresa y del gobierno. Cuando miramos a los gobiernos, sus ineficiencias se pueden ver en diferentes sectores. La privatización suele ser bien recibido en esfuerzos para manejar el agua de manera más directa (y, teóricamente, de manera más eficiente). Pero esto no se traduce cuando los contratos se quedan en el polvo después de que la privatización se toma a cabo. A medida que investigo más a fondo esta idea de la privatización del agua, encuentro información más alfando sobre las razones fundamentales de esta ineficiencia. Lo que quiero subrayar es que hay una falta de cumplimiento contractual intrínseca en muchos países en desarrollo. Esto juega un papel muy importante en derribar la idea errónea de que la privatización del agua es buena para todos los países. Cuanto más nos fijamos en el mundo en cuestión de globalización, más cuidado tenemos que tener en la generalización de “soluciones” para todos. Como pueden ver, diferentes económico-políticos ambientes dan diferentes resultados. Creo que tenemos que conseguir más informado no sólo sobre temas globales, sino también sobre problemas locales que tienen su propio ambiente. Todos podemos ser activistas de diferentes áreas de política y de derechos. Sin embargo, llegar a conocer realmente a un tema específico de un área local parece ser más difícil y ha demostrado perjudicar en ocasiones a personas de esa área.